El 8M en Cartagena reflejó la existencia de un feminismo antirracista, trans-incluyente, antiedadista, comunitario, que tiene como epicentro las periferias, y que, sin dejar de entramar la misma complejidad relacional de clases e identidades que compone a la ciudad, se levanta en contra de la opresión y las formas elitistas. Seguimos marchando en contra de la trata de personas, y de la negligencia de las fuerzas de control frente a ellas, las violaciones incesantes que no salen a la luz pública en instituciones educativas, la violencia fÃsica y psicológica que se justifica a través del amor romántico, la inhumanidad y misoginia en los acuerdos contractuales capitalistas que obligan a mujeres a aguantarse hasta las ganas de mear, y que incluso les impide hacerse cargo de su sangre menstrual para evitar una reducción en sus salarios por el simple hecho de ir al baño, la gran barrera discriminatoria estructurada y planeada hacia cuerpas afrodescendientes, indigenadescendientes, afro-indÃgenas, negras e indÃgenas, que impide su movilización social, la falta de legalización para una remuneración justa de las actividades de cuidado, que hoy sostienen la vida de la clase elitista, en un sistema patriarcal, capitalista, racista que está diseñado para que ciertas cuerpas solo puedan aspirar a esa opción. Seguimos andando y tejiendo, cada une desde sus militancias y sus formas de activismo.
