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  • Foto del escritorMaria Fernanda Vizcaino Del Rio

Comunicado Sobre la Inauguración de la Revista Periferias de la Organización Cuatro Palabras.



El día 28 de abril de 2023, hice parte del evento de lanzamiento de la revista comunitaria Periferias de la organización Cuatro Palabras, medio en el que participé con un manuscrito sobre las dinámicas de economía popular, en el marco de su convocatoria a escritorxs. Mi participación en esta convocatoria estuvo motivada por el deseo de contribuir a los procesos barriales, populares y comunitarios de la periferia de mi ciudad, como lo he hecho en los últimos seis años como parte de mi militancia política como mujer periférica, afro-indígena descendiente, antipatriarcal, antirracista, antiecologicida de Cartagena. Sin embargo, no esperaba yo que un medio alternativo le permitiera la entrada central a la iglesia y a su discurso hegemónico, ni mucho menos que sus miembros varones blancos eclesiásticos, ocuparan lugares de liderazgo y de opinión frente a modos de representación en el espacio público de la comunidad mayoritariamente Negra del barrio La Candelaria. No desconozco la labor que viene haciendo Cuatro Palabras y sus organizaciones aliadas, entre ellas el movimiento claretiano, Proclade, por el acompañamiento territorial en el barrio La Candelaria, un barrio empobrecido por las administraciones nefastas de Cartagena, víctima innegable de los procesos de despojo y gentrificación fundamentados en un racismo histórico, y que hoy lucha por su permanencia territorial. Tampoco condeno la participación de la iglesia en los procesos comunitarios, especialmente si hace parte del acompañamiento espiritual de la resistencia de estos, o incluso de la financiación de causas sociales, cuyos recursos también vienen de personas naturales que creen en sus prácticas. Lo que cuestiono, es la permisividad ante el discurso y las prácticas hegemónicas y de dominación, la centralidad en la palabra, y la ocupación de espacios que no les pertenecen, haciendo que perpetúe la dinámica evangelizadora, excluyente, de negación y cancelación, y por ende poniéndose a contracorriente de la labor emancipadora, anticolonialista que vienen adelantando los colectivos antirracistas, antipatriarcales, antitransfóbicos, feministas y antiecologicidas en Cartagena. Eventos como estos, liderados por medios que se autoproclaman independientes y responsables, que abordan temáticas que están en las agendas por la justicia social, racial y ambiental, con una estrategia mediática desde el progresismo e inclusión, pero que continúan con las mismas prácticas opresoras, no hacen más que generar confusión en las masas y retroceso ante la lucha por la generación de una conciencia crítica y la liberación del pensamiento.


Abordando mis disgustos frente a lo ocurrido, primero, el espacio fue discursivamente un lugar de evangelización, quienes ostentaron la palabra dieron siempre gracias a los cielos, a su Dios, y mantuvieron siempre el discurso de “juntos todos podemos”. Las personas que dieron apertura y cierre al espacio, eran representantes de la iglesia católica. Quien dirigió una obra de teatro con un poema emblemático del movimiento antirracista- del que hablaré más adelante- era un hombre blanco en representación de Proclade. Entiéndase que este era un evento abierto y que llamó la atención de diversos sectores de la ciudad por su propaganda desde la liberación y la resistencia contra hegemónica y comunitaria, y que Cuatro Palabras dice trazarse como objetivo el querer incluir colectivas disidentes de toda la periferia cartagenera. Entonces, darle el poder a la iglesia, controlar al público para que se adaptara a sus formas, desde la necesidad de cumplir con tiempos, el registro audiovisual en lo público de lo que estaba ocurriendo, y la casi nulidad de espacios de participación y debate, no son más que actos incoherentes y confusos, no es más que otra manera de instrumentalizar los movimientos por la liberación, para hacer avanzar aquellos que continúan siendo opresores y dominantes desde las lógicas de la supremacía blanca.


Como segundo, quiero hacer énfasis en la muestra teatral liderada por un miembro del movimiento Proclade, del poema “Me Gritaron Negra” de la poeta, investigadora, coreógrafa, afroperuana Victoria Santa Cruz, una referente para la comunidad Negra y sus luchas por la reivindicación del discurso frente a su corporalidad, un poema emblemático de resignificación, de grito de resistencia, y de reapropiación de una corporalidad Negra que transita en el mundo desde vivencias distintas a las hegemónicas, precisamente porque lo hegemónico es lo Blanco. Entiéndase así, la importancia de esta composición para el movimiento antirracista y la burla que subyace en una obra teatral que elige representar esta composición desde la exotización y la caricaturización. La obra fue ejecutada por niñes Negres en su gran mayoría, vestidxs de colores aleatorios, enmascarades con máscaras de carnaval, y pintades en su rostro con líneas de colores. Dos niñas Negras eran las protagonistas, ellas recitaban el poema, y estaban acompañadas por un grupo de niñes, quienes se ubicaron detrás de ellas, para gritar, como dice el poema original, la palabra “Negra” al unísono. Pero el grito era de burla, gritaban “Negra” mientras se reían; y les defiendo, ellxs gritaban en medio de su ingenuidad, de la vergüenza de estar en público gritando, y quizá de una incomodidad que aún no logran entender. A quienes no defiendo es a quienes planearon y permitieron que tal acto saliera a escena, es un acto lleno de ignorancia, descontextualizado, alejado de la responsabilidad que exige enunciarse como medio independiente e incluyente. Es una burla para el movimiento antirracista. Permitir que sean les mismes niñes negres quienes le griten Negra, a otras niñas negras, es una forma de legitimar las estructuras racistas en las comunidades Negras. Pero claro, recordemos que fue un varón blanco eclesiastico quien dirigió esta obra, qué tanto podríamos esperar de tal privilegio. Por eso, insisto en que no era su lugar, y que Cuatro Palabras tampoco debió permitirlo, como medio que se autoproclama independiente y contra-hegemónico, y que por ende ostenta conocimiento y una línea de poder importante en las decisiones que se toman en estos procesos comunitarios. Además de esta secuencia de burla, uno de los fragmentos del poema que habla sobre el pelo afro, decidió representarse con la niña viéndose en una especie de espejo, colocándose una peluca de pelo liso mientras lo peinaba. Entiéndase que nunca hubo una escena de muestra de orgullo por el cabello afro, que podría ser una contra respuesta de la muestra de cabello liso falso. Por si fuera poco, la reducción de la carga histórica del poema vino acompañada con una muestra de baile de champeta en medio de este. Si no hubo antes ningún indicio de defensa y exaltación de la corporalidad Negra, desde la perspectiva antirracista, la inclusión de una champeta “alegre” no contribuía sino a la fetichización de las cuerpas. Y por último, para cerrar con broche de oro, se decide que les niñes tomen unas poncheras y repartan alegría al público, como si tal obra diera lugar a la celebración y no al desgarro interno tras una burla planeada.


De este evento no celebro nada, ni siquiera mi participación en la revista. Considero que fue un engaño, pues el único acceso posible al trabajo en territorio de esta organización es a través de sus redes, y estas buscan dar una imagen de inclusión, de progreso, de lucha contrahegemónica, y por ende creo que cabe el beneficio de la duda, aún si sus iniciativas están financiadas por el poder eclesiastico. No existe forma de enterarse antes que el evento y todo lo que entrañó estaría liderado por las formas opresoras de la iglesia. Por ello solicito como medida de reparación lo siguiente: a). La eliminación del artículo publicado en su revista digital, considerando el hecho de que mantengo los derechos del mismo como autora. b). La eliminación de toda publicación en redes sociales que este asociada a mi persona. c). Acciones de reparación y de no repetición de los actos de racismo, y de opresión que tuvieron lugar.


Me quedo con muchas preguntas. Me pregunto qué tipo de violencias sistemáticas se están ejerciendo en el trabajo comunitario con poblaciones Negras en la ciudad, y en este caso en La Candelaria, por parte de organizaciones internacionales con tintes coloniales. Me pregunto hasta qué nivel este trabajo comunitario es una forma más de extractivismo intelectual de prácticas ancestrales por parte de la iglesia y sus intentos evangelizadores. Me pregunto si estas comunidades están eligiendo estas prácticas únicamente porque son su única vía, y entonces, pongo en duda que sigan eligiendo estas formas aun cuando tuvieran acceso a vías más liberadoras del ser, y de generación de conciencia crítica. Me pregunto si con estos actos no se está sino legitimando el racismo estructural que somete a la población Negra. Me pregunto si esta necesidad de inclusión de la población a la agenda de la ciudad, no termina siendo otra forma más de exclusión sistemática, y de invisibilización de las experiencias reales de las cuerpas Negras, desde sus propias formas ancestrales. Cuestiono la permanencia de la blanquitud en los procesos de liberación de las poblaciones históricamente oprimidas y empobrecidas, y hago un llamado a que se aclaren estas prácticas.


Agradezco el respaldo de los movimientos sociales de Cartagena aquí suscritos, con quienes he caminado de la mano en mi militancia antirracista, y que hoy respaldan esta denuncia pública con miras a una acción transformativa:


Movimiento de Mujeres Negras, Barriales y Periféricas.


Colectivo Comunitario Contextos.


Untú Raíces.


Corporación Cultural Cosecha.


Mesa del Movimiento Social de Mujeres y Feministas de Cartagena y Bolívar.



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